Cartografías que dibujan memorias. “Isla de Plantas” entre lo efímero y la permanencia.

Msc. Camila López Rodríguez

Profesora Facultad de Artes y Letras, Universidad de la Habana

Curadora Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam

Recuerdo que la primera vez que observé detenidamente la obra de la artista Sylvia Furegatti fue en el VIII Seminario Internacional del Grupo de Estudios sobre Arte Público en Latinoamérica, que tuvo sede en la Universidad de La Habana en 2023. Luego de consultarle su disposición para participar en la 15 Bienal de La Habana, se acercó con una propuesta que sin dudas se aproximaba a aquello que estaba buscando: una pieza que evidenciara una cartografía del recuerdo, en el aniversario 40 de este macro evento de las artes visuales en Cuba, y que a la vez dialogara entre la memoria y lo contemporáneo, dos aspectos protagonistas en el observatorio que históricamente ha constituido la Bienal desde su fundación en 1984. 

Esta tensión entre lo permanente y lo efímero caracteriza la relación contemporánea con el pasado: ya no se trata de preservar de manera estática, sino de mantenerlo vivo a través de su constante reinterpretación y actualización.

La obra de Furegatti se adaptaba perfectamente a los preceptos que pretendíamos para esta edición: generar una red afectiva que apostara por una convivencia basada en el respeto a las diferencias y el valor de otros saberes y formas de existencia (y resistencia) alejadas del modelo dominante [1]. La artista abrazaba como premisa la colaboración y sus intersecciones entre disciplinas, por lo que no resultaba extraño que la instalación, el dibujo, los procesos identitarios o la misma botánica, aparentemente fuera del campo de lo artístico, comenzaran a generar acciones que permitieran establecer contactos con el entorno circundante. Una pieza socialmente activa que tributaba a las esferas que van más allá de la cultura y en la que lo estético y el componente ético quedaban perfectamente combinadas.

Sylvia Furegatti define su propio público aunque no lo limita. “Las escuelas” fueron el lugar idóneo para hacer coincidir la función de su obra y la estética de la misma. La comunicación de la pieza mantiene una estrecha intimidad con el espacio, una complicidad con su gente, con aquellos que lo habitan, que la vieron crecer y que también fueron protagonistas de ella. No es necesario presentar un cuadro en una galería para establecer una relación de intimidad con una pieza, “Isla de plantas” es una muestra de ello, el espacio también la hacer ser. El espectador tiene derecho a la expansión del conocimiento y al disfrute de los sentidos, del ambiente, de la naturaleza circundante y de la propia naturaleza que se genera desde este espacio jardín que la artista ha creado junto a la colaboración de Hebert Gouvea. Es la apertura y transgresión de los medios artísticos que se han ido desdoblando con el paso del tiempo y que encarna esa misión que tiene el artista de expandir el conocimiento.

Sylvia marca una cartografía conceptual basada en la conjunción entre paisaje y naturaleza.

El tiempo también es para ella sujeto actuante sobre una lógica que trasciende el individualismo en la concepción de un site specific. Establece una interrelación única con el lugar que la ha acogido, lo respeta y le brinda un ornato necesario, una protección, un sitio de descanso a sus transeúntes.
Las plantas que la protagonizan (Sansevieria trifasciata): “lengua de vaca para los cubanos”, “lengua de suegra”, “lengua de tigre” o “espadas de San Jorge” para los brasileños, hermana los cultos sincréticos que cada uno de nuestros países ha portado en el desarrollo de su historia, simbolizando la protección contra el mal y las energías negativas. Volvemos al vínculo con la tierra a partir del elemento en sí y de su representación en procesos que hermanan cultos. La memoria ancestral se actualiza constantemente a través de esta práctica que desdibuja las fronteras temporales y espaciales y que nos conducen a Ogum, oricha de la guerra y la justicia. Es un sincretismo botánico que conecta prácticas religiosas y culturales que han sobrevivido a través del tiempo, manifestándose en el presente como testimonio vivo de tradiciones ancestrales.

En el carácter efímero y cambiante de estas esculturas de plantas, tierras y ladrillos desaparece el gesto del autor para involucrar la acción colectiva, a la vez que abre reflexiones entorno a formas fijas y permanentes que ya no encajan en el proceso evolutivo de la propia creación. 

“Isla de Plantas” muestra cómo el arte latinoamericano participa en un proceso de convivencia pacífica, de prácticas productivas que rechazan esquemas inamovibles e incluye los públicos heterogéneos que las reciben. Este diálogo entre el espacio histórico y la intervención contemporánea genera un palimpsesto temporal donde pasado y presente coexisten, creando nuevas capas de significado que enriquecen tanto la memoria del lugar como la experiencia artística actual.

Le debemos a “Isla de Plantas” hoy una visualidad más afectica en el Instituto Superior de Arte, y le agradecemos a Sylvia el recordarnos que ninguna disciplina aislada puede capturar la complejidad de nuestras relaciones con el pasado y el presente y cómo el arte contemporáneo puede funcionar como un mecanismo de resistencia frente a la amnesia cultural.

Ref.

[1] Cfr. Plataforma teórica de la 15 Bienal de La Habana. Noviembre 2024. 

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